Erase una gallina que ponía un huevo de oro al dueño cada día. Aún con tanta ganancia no estaba contento, un día el rico avariento quiso abrir el vientre de la ave, después de la muerte de la gallina perdió su huevo diario y no vió por ninguna parte su mina.
Cuantos hay que teniendo lo bastante, enriquecerse quieren al instante, abrazando proyectos a veces de tan rápidos efectos que solo en ocos meses, cuando se contemplaban ya marqueses contando sus millones, se vieron en la calle sin calzones.
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